viernes, 22 de mayo de 2009

Morarte

Auténtica alteración la que formó Morante de la Puebla con un Alboroto de Juan Pedro. Colocó Las Ventas boca abajo y dentro de esa montera un cigarrero llevaba prendidas en los vuelos de una verónica 20.000 almas que con el corazón en la boca gritaban al unísono olés sin fin. Detuvo el público su camino a tablas en reconocimiento a haber detenido el tiempo con la perfecta sincronía de cintura y muñecas. Fue un 21 de mayo y la ovación se mezclaba con las lágrimas de un torero único, especial. Aún discutían San Isidro y Santa Gisela (santa del día) sobre a quién se debía lo sucedido cuando Manzanares vencía con claridad y con dos estoconazos pasaportaba dos enemigos mientras que Rubén Pinar hizo lo que supo pero no lo que pudo: se podía más con el mejor toro del encierro. Tiempo al tiempo, era confirmante. Pero esto nadie lo vió, la gente se frotaba los ojos y no quería despertar.

Del latín nos llegó ars, artis y de la Puebla del Río Jose Antonio Morante Camacho.

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